Hola, hola. ¿Cómo están después de todo este tiempo? La última vez que mandé un newsletter (Feliz Domingo, en mi querido El Grito del Sur) fue la mañana de la final del mundo, un momento donde todo era Messi, alegría y jugadores rivales congelados en los freezers.
Bienvenidxs a este nuevo proyecto y gracias por sumarse. Este newsletter surge de las ganas de volver a tener un espacio propio para escribir -y compartir- sobre lo que me gusta o interesa. Mi idea es mandarles un mail una vez por mes con un texto que puedan leer mientras se toman un cafecito o viajan en bondi.
Siempre me gustaron las cartas. Era la forma en la que llegaban a casa noticias y fotos de mi familia cuando era chica (las llamadas telefónicas de larga distancia eran caras, se hacían en horarios determinados y quizás comprando una tarjeta especial) y después eso evolucionó al email, Skype y todo lo que usamos hoy.
Pero en esos momentos de infancia, con mis primas elegíamos con cuidado el papel, las biromes (con colores, perfumes, brillos), los dibujos, stickers o lo que fuéramos a poner para contarnos nuestras novedades, que iban desde lo que pasaba en la escuela, el club, la discusión con una amiga o que el chico que nos gustaba en ese momento nos había pasado cerca o dicho “hola”. Esos paquetitos iban cerrados y custodiados por algún familiar hasta que le llegaba a la destinataria. Ellas en Montevideo y yo acá, en Buenos Aires.
Y de eso mismo quiero empezar a escribir en esta primera entrega: de cartas. Hace unos meses fuimos a pasar un fin de semana en Mar del Plata. Salimos a caminar por la rambla y cuando llegamos al Torreón del Monje nos chocamos con Mar de Cartas, una muestra de la memoria epistolar, de cartas y postales enviadas desde o hacia la ciudad balnearia.
En apenas un par de metros cuadrados, en la parte antigua del Torreón, hay una pared de piedra que, del piso al techo, tiene cartas enmarcadas de lo más diversas que podés leer casi pegando la ñata a los vidrios, mientras revolotea alguna paloma y se escucha el mar de fondo. Amantes que se separan; una amiga que le escribe a otra para contarle su debut como artesana de bijouterie; cartas a la parte de la familia que se quedó viviendo en España; un niño que le escribe a un soldado que está en Malvinas.
“En cada carta hay un mundo, un Aleph de sensaciones, emociones”, me dice Mateo Niro, licenciado y docente de Letras, autor y creador de la muestra.
Mar de Cartas surgió como un proyecto de interés personal para preservar “esa fuente primaria de las personas y las comunidades” y así hicieron una convocatoria para recibir las primeras cartas que, luego, pasaron a formar parte no solo de la muestra, sino también del Centro de Documentación Epistolar, un archivo digital abierto y colaborativo.
Mateo explica que, como hijo de inmigrantes, su familia (igual que la mía) está “muy ligada a la epistolaridad” y que es “una responsabilidad generacional preservar las cartas en estas décadas de umbral entre lo analógico y lo digital”. Y Mar del Plata, agrega, es “una ciudad muy epistolar en relación a dos características fundamentales: es una ciudad inmigratoria y es una ciudad ligada al turismo”.
“Armar la muestra es fascinante en función de que es pensar con esos insumos, que son las cartas. No ponemos otra cosa más que las cartas y no sabemos de las personas más de lo que escribieron ahí -dice Mateo-. Las cartas no reflejan la historia, sino que hacen la historia. Es contar la historia de una ciudad que conocemos a través de la mirada particular de una persona”.
Y así apareció, entre muchas otras, el romance entre Tito y Beba y las cartas que él le mandaba a ella en los primeros años de la década del 30 y que fueron encontradas muchos años después en un baúl que estaba en una feria de objetos usados.
Querida Bebita:
No debes interpretar mi carta anterior como un resultado de una reacción del amor propio, ni como falta de cariño, sino sencillamente dictada por la pena de verme imposibilitado, por causas ajenas a mi voluntad, de ser el hombre más feliz de la tierra casándome con vos, a quien yo adoro y muero por sobre todas las cosas.
“Mar de Cartas” está en constante transformación. La recepción de nuevo material es permanente, pero también cambia la curaduría de las cartas expuestas. “La muestra se te impone. Vos pasás por el Torreón, que es uno de los sitios históricos más importantes de la ciudad y ves ya en el pórtico donde está emplazada la muestra. Las personas que visitan no van como si fuera un museo, la dinámica es otra. Al pasar y encontrarte con la muestra tiene que ser atractiva en lo inmediato, breve y dinámica. Va cambiando todo el tiempo y esta temporada muta para mostrar lo que es la iconografía postal”, cuenta Mateo.
Aunque la muestra tiene su foco principal en las cartas y corrientes, también destacan las de personalidades de la cultura argentina que habitaron (y escribieron en) Mar del Plata, en especial (a mi criterio) de una gran escritora de cartas: Victoria Ocampo. “No existe lugar en la tierra donde me sienta físicamente más feliz”, escribió ella sobre la ciudad en la que empezó a veranear con su familia a principios del siglo XX y a la que siempre volvió. Incluso se mandó a construir una casa moderna (que no es la que ahora es noticia por haber sido transformada en una “máquina de vender sushi y carne braseada”) que sus vecinos odiaban.
“Mar del Plata tiene una gran presencia en la escritura de Victoria. Ella escribe cartas, artículos y literatura en la ciudad, pero también habla de Mar del Plata en esos textos”, dice Manuela Barral, licenciada en Letras de la UBA, becaria doctoral del Conicet y compiladora del libro Correspondencia (Fundación Sur/Rara Avis, 2020), que reúne las cartas entre Victoria y Virginia Woolf. Una de esas cartas es enviada por la fundadora de Sur desde La Feliz e integra el archivo digital de la muestra.
Incluso el texto “Virginia Woolf en su diario” (1954) -que está en Correspondencia- está escrito y fechado en Mar del Plata. En ese ensayo, señala Manuela en el prólogo del libro, Ocampo pone en diálogo su intercambio epistolar y la obra de la autora inglesa para reflexionar “sobre la escritura y la lectura femenina” y sobre el aspecto feminista de los textos de Woolf.
Supongo que a Victoria la habré escuchado mencionar alguna vez en una clase de literatura en la que se estaba hablando de (y leyendo a) Borges por su importancia como fundadora de la revista Sur. Pero en los últimos años conocí mucho más de ella, de su rol como mecenas, de las particularidades de sus casas, de su militancia feminista y, por supuesto, de sus cartas.
Aunque salió en 2020, leí Correspondencia hace muy poco y me fascinó cómo entre dos autoras tan importantes podía haber una mezcla tan linda que juntara comentarios sobre mariposas, reflexiones sobre la escritura y también business: Victoria y Virginia hablan sobre la publicación en español de la obra de la segunda. Es Ocampo la responsable de la publicación de Un cuarto propio en Argentina -con la traducción a cargo de Borges- entre 1935 y 1936 en la revista Sur y en 1936 ya como libro, mucho antes que en otros países.
Manuela, especialista en Ocampo, asegura que “las cartas forman parte de la obra” de la fundadora de Sur y “por eso el interés de ella misma de conservarlas”. Tanto en Testimonios como en Autobiografía Victoria incluye sus cartas. “Hay una faceta de ella que es la de curadora de cartas que elige qué conservar y qué no y prefiere quemar. Pero las más de 400 mil que conserva dan la pauta de que las cartas eran importantes para ella. Ivonne Bordelois decía que a Victoria le daban la correspondencia todos los días cuando se despertaba y después pasaba dos o tres horas respondiendo”, describe.
En uno de sus papers, Manuela cita a Victoria que escribe: “Soy una empedernida escribidora de cartas. Mis Testimonios son cartas disfrazadas, tal vez (...). Comparto con algunos amigos, escritores, una predilección por las autobiografías, las biografías y las correspondencias. Además, desde siempre he sido escribidora de cartas. Creo que es una buena forma de decir lo que uno quiere, si no se tiene la fortuna de haber nacido novelista o cuentista”.
Salvando las distancias -la familia patricia, ser fundadora de una de las revistas más importantes del país, ser la primera mujer en Argentina en tener un carnet de conducir, la plata y todos los etcéteras-, me gustaría ser eso: una escribidora de cartas, de mails, de newsletters. Dejé de escribir cartas en papel hace mucho, aunque tengo todavía de recuerdo algún set que me regalaron de hojas y sobres. Tengo lapiceros atiborrados de biromes y resaltadores de todos los colores y cuadernos y post its donde garabateo ideas.
Empiezo Cable a Tierra para que sea “una buena forma de decir” lo que quiero: un paquetito digital bello, que le saque una sonrisa, aunque sea mínima, a la persona que lo abra. Que el tiempo que lea estas palabras sea un pequeño confort en medio de un momento de tanta agresión. Que sea una manera de reunirnos para juntar fuerzas.
Cariños y (una vez más) bienvenidxs.
Ludmila.
Detrás de escena
Para hacer este texto pasaron muchas cosas (entre ellas, un viaje). Me gustaría compartir algunas recomendaciones, además de links de lo que leí o vi que me inspiró, gustó, usé o sonó de fondo durante la producción de este newsletter.
🔌 La carta completa de Tito a Beba. Pueden leer muchas más en el archivo del sitio.
🔌 Este paper hermoso de Manuela Barral sobre Victoria y sus cartas que da el título a esta primera entrega.
🔌 Esta entrevista a Milagros Escalante, que está a cargo del centro cultural de Villa Victoria, sobre el amor de Ocampo por Mar del Plata.
🔌 Este stream de Alejandro Csome (conocido también como Bauhasaurus) sobre la urbanización de Mar del Plata.
🔌 Si están en CABA, pueden visitar Villa Ocampo. Las visitas guiadas tienen que reservarse y están muy buenas. Para los que están en La Feliz, tienen Villa Victoria.
PD: Muchas gracias a Mateo y a Manuela por la buena onda y la predisposición de charlar para algo que, en ese momento, solo existía en mi cabeza. Para más info sobre “Mar de Cartas” pueden visitar su Instagram o su web. Tienen visitas guiadas gratuitas todos los días a las 11 am. Gracias también a mi colega Rosario Radaelli por ayudarme a encontrar el nombre para este proyecto.
Muy linda nota, me hizo viajar cien años atrás, cuando las fotos eran en blanco y negro, pero los textos -y las cartas- tenían más color que ahora. Me quéde con ganas de leer la carta del niño al soldado que estaba en Malvinas.
El Agus malo.